Aproximadamente hace 10 años atrás una noticia científica conmovió al mundo: la aparición de Dolly, la primera oveja clonada. En estos días, una noticia equivalente es objeto de análisis y discusión: la creación de la primera célula sintética, denominada Synthia.
El emisor de la noticia es el Dr. Craig Venter, veterano de Vietnam y famoso genetista que comandó el grupo de científicos en el Proyecto Genoma Humano, un proyecto comercial privado que compitió con universidades e institutos de investigación para obtener la secuencia del genoma humano. En el camino obtuvo la primera secuencia de un organismo vivo: la bacteria Haemophilus influenzae.
Los científicos del J. Craig Venter Institute en Rockville, Estados Unidos, afirman haber usado “solamente” una computadora, algunos microbios comunes, un sintetizador de ADN, cuatro botellas con sustancias químicas e instrumental básico de laboratorio para crear “vida artificial”. En realidad, la tarea costó más 40 millones de dólares y demoró más de una década. El resultado: el primer microbio que prolifera y se replica con un genoma sintético como guía.
Una explicación abreviada y simplificada del proceso podría ser la siguiente: se comienza con una reconstrucción por computadora de una bacteria común, Micoplasma mycoides. Esa información se alimenta a un sintetizador de ADN, el cual produce pequeñas “hebras” del ADN del microorganismo. Se van uniendo esas hebras pasándolas por levaduras y bacterias, donde los fragmentos se van juntando mediante los mecanismos naturales de la bacteria. El proceso continúa hasta que se juntan un millón de letras del genoma de la bacteria. A continuación viene la etapa de marcar al genoma: se empalman nuevas hebras de ADN, que hacen las veces de “marcas de agua” biológicas porque no le agregan nada al organismo final, excepto mensajes en código. Uno de esos mensajes es una línea del escritor James Joyce: “Vivir, errar, caer, triunfar, recrear vida a partir de la vida”.
Ahora viene la etapa fundamental: se toma el genoma sintético y se lo transfiere a otra bacteria. Cuando ésta última comienza a multiplicarse, alguno de sus “herederos” olvidan su ADN original y comienzan a usar el sintético. Según Venter, los reemplazos de ADN se traducen en que el organismo comienza a producir un conjunto totalmente diferente de proteínas, de modo tal que desaparecen las características de la especie original y permanecen la nuevas. También según Venter: “Tomamos el material de la vida, los pares de bases del ADN, y sólo ponemos estas piezas en un nuevo orden. Construimos sobre la base de más de tres mil millones de años de evolución“.
Venter no es sólo un brillante científico, sino también es un formidable hombre de negocios: acaba de firmar un contrato con una de las compañías más poderosas del mundo, Exxon Mobil, para crear algas que puedan tomar el dióxido de carbono de la atmósfera y transformarlo en combustibles (ver el post “El combustible perfecto” publicado el 22 de abril de 2010). Si funciona es el negocio del siglo.
El anuncio de Venter ya produjo un montón de controversias:
* Algunos opinan que no hay nada artificial ya que lo único diferente son esas marcas de agua; el resto sigue siendo un microbio “común y corriente” que causa mastitis en las cabras.
El emisor de la noticia es el Dr. Craig Venter, veterano de Vietnam y famoso genetista que comandó el grupo de científicos en el Proyecto Genoma Humano, un proyecto comercial privado que compitió con universidades e institutos de investigación para obtener la secuencia del genoma humano. En el camino obtuvo la primera secuencia de un organismo vivo: la bacteria Haemophilus influenzae.
Los científicos del J. Craig Venter Institute en Rockville, Estados Unidos, afirman haber usado “solamente” una computadora, algunos microbios comunes, un sintetizador de ADN, cuatro botellas con sustancias químicas e instrumental básico de laboratorio para crear “vida artificial”. En realidad, la tarea costó más 40 millones de dólares y demoró más de una década. El resultado: el primer microbio que prolifera y se replica con un genoma sintético como guía.
Una explicación abreviada y simplificada del proceso podría ser la siguiente: se comienza con una reconstrucción por computadora de una bacteria común, Micoplasma mycoides. Esa información se alimenta a un sintetizador de ADN, el cual produce pequeñas “hebras” del ADN del microorganismo. Se van uniendo esas hebras pasándolas por levaduras y bacterias, donde los fragmentos se van juntando mediante los mecanismos naturales de la bacteria. El proceso continúa hasta que se juntan un millón de letras del genoma de la bacteria. A continuación viene la etapa de marcar al genoma: se empalman nuevas hebras de ADN, que hacen las veces de “marcas de agua” biológicas porque no le agregan nada al organismo final, excepto mensajes en código. Uno de esos mensajes es una línea del escritor James Joyce: “Vivir, errar, caer, triunfar, recrear vida a partir de la vida”.
Ahora viene la etapa fundamental: se toma el genoma sintético y se lo transfiere a otra bacteria. Cuando ésta última comienza a multiplicarse, alguno de sus “herederos” olvidan su ADN original y comienzan a usar el sintético. Según Venter, los reemplazos de ADN se traducen en que el organismo comienza a producir un conjunto totalmente diferente de proteínas, de modo tal que desaparecen las características de la especie original y permanecen la nuevas. También según Venter: “Tomamos el material de la vida, los pares de bases del ADN, y sólo ponemos estas piezas en un nuevo orden. Construimos sobre la base de más de tres mil millones de años de evolución“.
Venter no es sólo un brillante científico, sino también es un formidable hombre de negocios: acaba de firmar un contrato con una de las compañías más poderosas del mundo, Exxon Mobil, para crear algas que puedan tomar el dióxido de carbono de la atmósfera y transformarlo en combustibles (ver el post “El combustible perfecto” publicado el 22 de abril de 2010). Si funciona es el negocio del siglo.
El anuncio de Venter ya produjo un montón de controversias:
* Algunos opinan que no hay nada artificial ya que lo único diferente son esas marcas de agua; el resto sigue siendo un microbio “común y corriente” que causa mastitis en las cabras.
* Otros informan que crear vida artificial es menos complicado y trascendente que numerosas investigaciones más sofisticadas e importantes que se están llevando a cabo.
* El grupo ETC (Ética, Tecnología y Concentración) se opone a los intentos de Venter respecto a patentar sus descubrimientos. Exigen que haya previamente un profundo debate sobre las implicancias éticas de la vida artificial y un análisis muy intenso sobre los posibles riesgos que conlleva una tecnología que puede ser desastrosa en las manos equivocadas. Plantean que se establezcan organismos de control independientes y se evalúen diversas estrategias de control ante un accidente en el laboratorio que disperse a los nuevos organismos.
Hay un montón de películas que tratan sobre un mundo destruido por algún organismo que se escapa de un laboratorio científico. Por ahora sólo es ficción de algún guionista de Hollywood. La cuestión esencial es que este tipo de investigaciones científicas son indetenibles. Si no es un lugar, lo será en otro. Si tal no pone el dinero, siempre habrá otro que quiera invertir.
Cualquier nueva tecnología o cualquier nuevo desarrollo biológico tienen siempre la posibilidad de tener efectos imprevisibles y seriamente perjudiciales. Un nuevo microbio puede ser la solución para la contaminación ambiental y los gases de efecto invernadero o puede ser una nueva enfermedad que mate a mucha gente.
La humanidad ha comprendido que el progreso científico es inevitable. Si queremos que los resultados del mismo no caigan en las manos equivocadas, construyamos sociedades totalmente democráticas, donde los controles institucionales impidan que algún “iluminado” pueda usar esos resultados contra otros seres humanos.
No esperemos que los científicos se autolimiten; exijamos más y mejor democracia y dormiremos tranquilos.
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