lunes, 28 de enero de 2008

EL INSOMNIO TAN TEMIDO


Durante el año 2007, la sociedad norteamericana gastó la impresionante cifra de 20 mil millones de dólares en temas relacionados con el sueño. La National Sleep Foundation, ONG financiada por la industria farmacéutica, publicó un estudio donde se afirma que menos de la mitad de los norteamericanos reconocen haber dormido bien la mayoría de las noches en los últimos años.

Primero fue la industria alimenticia quien pudo establecer que una buena alimentación significa no sólo una mejor calidad de vida, sino también una vida más prolongada. A continuación, la industria del ejercicio físico logró fundamentar las ventajas terapéuticas del aerobismo y otras actividades físicas. Ahora es el turno de la industria del sueño: duerme más y vivirás más y mejor.

En nuestra cultura, calidad de sueño implica ir a un cuarto oscuro, acostarse, dormir 8 horas para luego levantarse y desayunar. Por el contrario, una mala noche puede implicar dificultad en conciliar el sueño, dar vueltas y vueltas en la cama, levantarse varias veces durante la noche y/o esperar desesperadamente la salida del sol. En resumen, una guerra unipersonal que pretendemos infructuosamente olvidar durante el día.

Nuestros estándares de calidad de sueño son relativamente modernos; hay registros que van desde la época helénica hasta el siglo XVIII que muestran que la sociedad occidental acostumbraba a dormir en dos turnos: se acostaban a una cierta hora y en el medio de la noche se despertaban por aproximadamente una hora, para luego iniciar una segunda etapa de sueño. En el intermedio, realizaban tareas del hogar, cuidaban a los animales, fumaban una pipa o simplemente conversaban con sus compañeros de habitación.

No se trataba de una cuestión cultural: en las noches había que alimentar el fuego para reducir el frío ambiental; había que alimentar a los animales y alejar sus excrementos; también los residuos humanos enturbiaban el ambiente. La mayoría de las personas dormía en una habitación común, a veces sobre un único colchón y compartiendo unas pocas mantas. Sólo algunas sociedades africanas mantienen la idea de pasar la noche “en sociedad” alternando etapas de sueño y de vigilia.

Las sociedades industrializadas requieren, muy a menudo, el estar lo suficientemente descansado para una larga jornada laboral. Paradójicamente, ello genera una ansiedad que es una de las principales causas del insomnio. Para combatirlo, la industria del sueño ataca en cuatro frentes: píldoras, colchones, terapias y clínicas de sueño.

Los médicos norteamericanos prescribieron, durante el año 2006, aproximadamente 49 millones de recetas que incluían algún tipo de fármaco para combatir el insomnio. La industria farmacéutica sacó al mercado una nueva generación de píldoras denominadas “Drogas Z”, cuya relativa baja eficacia en eliminar el insomnio se contrarresta con una ligera amnesia que se produce durante su efecto. Los profesionales involucrados afirman que el éxito de la droga radica en la eliminación de los malos recuerdos que se producen durante una noche de insomnio. La píldora no sólo induce químicamente el sueño, sino que además borra todos los registros de una “noche en vela”, de modo tal que la persona tiene la sensación de haber transcurrido la noche sin molestias, porque no mantiene recuerdos de las interrupciones que tuvo su sueño.

Lejos quedaron aquellos tiempos cuando comprar un colchón era una tarea sencilla. Si se dispone del dinero suficiente, ahora hay que evaluar las ventajas y desventajas de las decenas de modelos que los diversos fabricantes exhiben en los comercios especializados en el tema. Hay modelos con resortes o sin resortes, con capas de aire o espuma entre capas de resortes; modelos con espumas visco-elásticas que “recuerdan” la posición más utilizada durante el sueño; modelos que eliminan el calor que el cuerpo humano desprende cuando baja la temperatura corporal durante el sueño; modelos que pueden inflarse por mitades en distintos niveles para tener en cuenta los diferentes pesos y preferencias de cada ocupante del colchón. La industria contrata ingenieros y científicos, algunos con experiencia en la industria aeroespacial, para innovar constantemente y así sacar al mercado productos cada vez más caros y sofisticados. Si el dinero no es su problema, a la fecha el colchón más costoso se ofrece en 60 mil dólares.

La terapia más exitosa, en el sentido de reducir o eliminar el uso de píldoras somníferas, se denomina C.B.T. (Cognitive Behavioral Therapy, terapia cognitiva - conductual). Trata de eliminar el sentido de urgencia relacionado con el dormir 8 horas seguidas, busca reducir la presión asociada a un mal desempeño diario si no se cumple con la pauta estandarizada de sueño. La terapia crea una satisfacción subjetiva independiente de la cantidad real de horas dormidas. En este sentido, es muy similar al efecto amnésico de la droga Z.

Si todo lo anterior falla, aún restan las clínicas de sueño; las más sofisticadas incluyen hierbas somníferas, terapias de luz, auriculares que anulan el ruido, relojes alarma Zen, talismanes mágicos y otros adminículos según el bolsillo o la ingenuidad del paciente.

Dormir es una función humana vital y debemos recurrir a una estricta “higiene del sueño” para que nuestro organismo responda a nuestras necesidades laborales y vivenciales. Mientras nuestro estilo de vida no permita que podamos estar dormidos o despiertos en cualquier momento y en cualquier lugar, deberemos continuar con nuestro modelo de acostarnos en un lugar oscuro y “morir” durante unas horas. Si ello no es factible, utilicemos algunos de los recursos tecnológicos o terapéuticos que tenemos a mano.

lunes, 21 de enero de 2008

PETROALCOHÓLICOS ANÓNIMOS



Una clasificación simple, pero sin lugar a dudas muy útil, establece que existen países desarrollados y países en vías de desarrollo. En promedio, los países desarrollados (América del Norte, Europa Occidental, Japón y Australia) consumen 32 veces más petróleo y metales y generan (también en promedio) 32 veces más residuos y gases de efecto invernadero que sus pares en vías de desarrollo.

Sobre una población mundial de aproximadamente 6500 millones de personas, los 1000 millones que habitan en los países desarrollados utilizan 32 veces más recursos que los restantes 5000 millones. Pero en la última década se está verificando un lento pero indudable avance en el nivel de consumo de los “postergados”, de modo tal que el consumo mundial crece a tasas superiores respecto al incremento en la población mundial.

Todos queremos mejorar nuestra calidad de vida, como así también la de nuestra familia, nuestros amigos y la de algunos vecinos. Como los recursos del planeta son finitos, sólo podrá garantizarse la continuidad de la vida en el planeta si quienes más consumen comienzan a reducir significativamente su porcentaje, para darle lugar a quienes están ascendiendo en las pautas de consumo.

Los norteamericanos no sólo son los principales consumidores mundiales, sino que también son los principales “derrochadores” de energía y residuos. En particular, su adicción por los autos grandes propulsados mediante el motor de combustión interna, un invento del siglo XIX, los convierte indudablemente en los “malos de la película”. Sin embargo, cada día se nota con mayor intensidad el conflicto entre quienes promueven el cambio y los defensores del “Ancien Régime”.

Entre los primeros sobresale la organización Freedom From Oil; a continuación se detalla un listado con las principales propuestas para que los norteamericanos dejen de asistir a las reuniones de “Petroalcohólicos Anónimos”.

1.- Desarrollar motores de combustión interna más eficientes: pasar de los actuales 19.1 millas por galón (1 milla = 1.609 kilómetros ; 1 galón = 3.785 litros) a 40 mpg simplemente utilizando tecnología actualmente disponible.

2.- Desarrollar vehículos eléctricos híbridos: los mismos son propulsados mediante un motor eléctrico y requieren de una batería muy grande para capturar y almacenar la energía. El primer paso significativo lo dieron los japoneses mediante el Toyota Prius y algunas versiones del Honda Civic.

3.- Híbridos con “enchufe”: como los autos híbridos que están en el mercado aún requieren combustibles líquidos, una mejor solución consiste en recargar las baterías en la red eléctrica pública o mediante la conversión de energía solar. Si la mayoría de los estadounidenses dispusieran de un auto eléctrico con una autonomía entre 45 y 90 kilómetros, distancias que recorren diariamente en promedio, podrían reducir en un 85% su consumo de combustibles fósiles.

4.- Caminar, andar en bicicleta o aumentar el uso del transporte público

Los técnicos y científicos que asesoran a los integrantes de la organización no están a favor del biodiesel o del bioetanol debido a los problemas de deforestación, uso intensivo de productos químicos en los cultivos y también por el uso intensivo de energía en las refinerías, en los tractores y en los transportes. La excepción la constituye el etanol celulósico que se puede obtener a partir de pastos o residuos agrícolas. Es una alternativa promisoria porque son combustibles limpios y neutros en lo que respecta al balance de carbono, pero la tecnología aún no está disponible para emprendimientos en gran escala.

Tampoco son viables las celdas de hidrógeno porque la cantidad de energía eléctrica que debe utilizarse para obtener hidrógeno a partir del agua implica una enorme contaminación ambiental.

En resumen, la organización recomienda:

a.- Utilizar vehículos eléctricos híbridos recargables con una batería que permita al menos una autonomía de 60 kilómetros.

b.- Que la recarga de electricidad se realice mediante conversores de energía solar.

c.- Para viajes largos, utilizar combustible a base de etanol celulósico o biodiesel a partir de residuos orgánicos.

Freedom From Oil afirma que se acabó el tiempo del motor de combustión interna; el Auto Verde es la herramienta apropiada para reducir la crisis ambiental y para terminar las guerras motivadas por la posesión de los recursos energéticos. Hay soluciones tecnológicas para esta adicción.

miércoles, 9 de enero de 2008

SOPLANDO EN EL VIENTO


La seguridad energética se define como la disponibilidad de energía en forma confiable, a precio razonable y obtenible de manera sustentable de forma tal que se minimice el impacto sobre el medio ambiente. Planteado en estos términos y con una demanda creciente por parte de numerosos países en vía de desarrollo, puede afirmarse que la seguridad energética mundial no está garantizada en el mediano plazo.

No queda otra alternativa que incrementar significativamente el uso de energías alternativas. En valores relativos, el mayor crecimiento lo aporta la energía eólica.

Eolo es el dios griego guardián de los vientos, a quienes maneja y libera a su antojo. El hombre ha aprovechado la energía contenida en el viento desde al menos 3700 años atrás; hay registros que datan de esa época respecto a la utilización de molinos de eje vertical en la antigua Persia (hoy Irán) y en China. La tecnología fue introducida en Europa recién en la Edad Media y fue inmortalizada por Miguel de Cervantes Saavedra cuando su Quijote arremete contra los molinos de viento, a pesar de las sabias advertencias de su escudero Sancho.

En la actualidad, la generación de energía a partir del viento se realiza en las denominadas granjas eólicas. Se trata de zonas despobladas donde se instalan enormes turbinas que habitualmente tienen tres palas y rotan a velocidades que oscilan entre 10 y 30 revoluciones por minuto. Las palas se orientan en la dirección perpendicular a la de los vientos predominantes en la región y el giro de las mismas mueve un rotor que está conectado a un generador de electricidad.

La energía eólica tiene sus seguidores y sus detractores, sus ventajas y sus desventajas. Comencemos enumerando sus ventajas:

· Se trata de una energía renovable.
· No hay daños al medio ambiente desde el momento en que las turbinas no producen emisiones químicas o radioactivas.
· El terreno donde se instalan las turbinas puede ser utilizado para diversas actividades agropecuarias.
· Si las turbinas deben ser retiradas de su emplazamiento y esa tarea se realiza apropiadamente, no quedan residuos ni daño ambiental alguno.

La principal desventaja radica en que el viento no sopla en forma constante. Cuando lo hace, no necesariamente coincide con el período de mayor demanda de electricidad. Además, las regiones de vientos fuertes no suelen ser las más habitadas, motivo por el cual es necesario gastar en el tendido de una importante línea eléctrica hasta donde están los consumidores de energía.

El costo de mantenimiento de una granja eólica es superior al de una planta alimentada con carbón o gas natural y la superficie necesaria para generar una unidad de energía es mayor que la utilizada por cualquier otra alternativa. En resumen, es más cara cuando se la compara con los combustibles fósiles.

Hay objeciones de índole ambiental, tales como el ruido de las palas que molestan a los pocos habitantes de las regiones aledañas o las perturbaciones en las rutas de vuelo de diversas aves. Los “aristócratas” de la Costa Este de los Estados Unidos (incluida la familia Kennedy) reclamaron por el brusco cambio en el paisaje de su habitual lugar de veraneo (Cape Cod, donde se está por instalar una granja eólica); es indudable que hay una gran alteración del paisaje cuando se instalan en las partes más elevadas de una región decenas de turbinas que pueden medir más de 100 metros de altura.

A la fecha, es bastante más costoso generar electricidad mediante energía eólica que a través de una usina alimentada con carbón, gas natural o algún derivado del petróleo. Pero la seguridad energética y las consideraciones medioambientales han inclinado la balanza a favor del dios Eolo. Alemania, España y Estados Unidos lideran el ranking de países generadores de electricidad por vía eólica. En Alemania hay 20 mil turbinas que producen el 5% de la demanda eléctrica del país. Estados Unidos genera 11.575 megavatios y la producción está creciendo a tasas superiores al 20% anual. Gran Bretaña planifica obtener el 10% de su energía renovable (representa el 3% de la electricidad) a partir del año 2010 y pasar al 15% para el 2015.

Los pioneros en el uso de la energía eólica fueron los países nórdicos (Suecia, Dinamarca y Noruega). Todos ellos utilizan parte de la electricidad generada para bombear agua subterránea hacia depósitos elevados con el objetivo de alimentar pequeñas centrales hidroeléctricas, evitando de esta manera la desventaja de tener una demanda insatisfecha por falta de tiempo e intensidad de viento. Canadá, Italia, Japón y Holanda están utilizando las experiencias nórdicas para definir sus políticas de energías alternativas. Gran parte de los países en vía de desarrollo aún no ha incorporado seriamente el tema de los combustibles alternativos como parte de su estrategia para el mediano plazo.

Discrepo con aquellos “ambientalistas” que opinan que las gigantescas turbinas afean el paisaje. Considero que las granjas eólicas no sólo son una muestra cabal de la creatividad y el ingenio humano, sino que además le agregan al paisaje natural un efecto enriquecedor.

Respecto a la seguridad energética, la respuesta, mi amigo, está soplando en el viento.