martes, 18 de mayo de 2010

¿MARADONA O MESSI?


Se viene el mundial de fútbol. Para mi es un placer culposo: cada cuatro años me intoxico con dos partidos día tras día, de forma tal que cuando llegan las semifinales y hay que estar dos a tres días sin poder ver la pelota en movimiento, sufro la misma sensación de abstinencia que deben tener los alcohólicos u otros adictos. Cuando el equipo campeón levanta la copa, se que tengo una semana dura por delante.

Junto al Mundial viene otra polémica habitual: ¿se justifican los enormes sueldos que cobran los principales jugadores de fútbol?. Los últimos descubrimientos realizados por algunos neurocientíficos parecen darle la razón a quienes están de acuerdo con los ingresos extraordinarios de los atletas de elite.

Nadie duda que los grandes jugadores de fútbol, basket, béisbol, tenis, críquet y otros similares tienen no sólo que tomar decisiones conscientes, sino también muy rápidas decisiones inconscientes: el deporte es una estrategia dinámica con una combinación muy variable de desafíos intrincados.

Aún un deporte aparentemente “tranquilo” como el tiro con pistola exhibe grandes complejidades: en cada disparo, el tirador debe rápidamente controlar la ubicación del codo y la contracción de los músculos de la espalda. Lo anterior es fácil decirlo pero aún no tenemos implantado un chip (aunque vamos en camino de tenerlo) que nos calcule la correcta ubicación y contracción. El tirador permanentemente va recalculando otros parámetros a partir de los resultados que obtiene en los disparos anteriores. Parece evidente que también para ser un buen tirador, hay que tener un cerebro “capacitado” para la tarea.

Los avances en la técnica de Resonancia Magnética por Imágenes (RMI) le permiten a los científicos comparar la actividad cerebral de atletas y deportistas con respecto a la de los “simples mortales”. Entre los hallazgos, aparece que son varias las regiones del cerebro que interactúan para realizar los cálculos que necesitan las distintas partes motoras del cuerpo: si estoy por realizar un saque de tenis, mi cerebro empieza a enviar órdenes a distintas partes del cuerpo; en paralelo, empieza a hacer predicciones respecto a que sensaciones debe recibir del cuerpo para confirmar que la orden emitida es la correcta. Si las sensaciones recibidas no coinciden con las predicciones, rápidamente se introducen modificaciones para reducir o evitar el error. Es exactamente la misma lógica incluida en los sistemas automáticos de control.

La gran diferencia entre los deportistas de elite y los amateurs está en el cerebro altamente desarrollado de los primeros para cumplir eficazmente y en el tiempo apropiado con las difíciles tareas involucradas en los deportes de alta competencia.

Una de las variantes que muestra la eficiencia de tales cerebros es que se requieren menos neuronas para realizar bien una determinada tarea. Otros estudios mostraron como iba cambiando el cerebro de determinadas personas desde el momento en que comenzaban a practicar un deporte hasta que lograban un gran dominio del mismo: varias áreas del cerebro mostraron, después de varios años de entrenamiento, mayores cantidades de materia gris comparado con quienes no practicaban deporte alguno. También se encontró como la práctica reforzaba ciertas conexiones entre neuronas mientras debilitaba las conexiones en otros sectores. Aparentemente estas conexiones fuertes le permitirían a los atletas tomar mejores decisiones en menor tiempo, condición fundamental para sobrevivir en el deporte de alto rendimiento.

Un resultado más inquietante apareció en otro experimento: dos grupos de voluntarios se dedicaron a practicar una especie de juego en la computadora que requería habilidad motriz y reflejos rápidos. Los integrantes de uno de los grupos tenían sobre su cabeza una pequeña batería, mediante la cual se mandaban impulsos eléctricos a un grupo de neuronas ubicadas en el cortex motor primario. Con tan sólo cinco días de práctica, el grupo que recibía la estimulación eléctrica superaba ampliamente en el desarrollo del juego al grupo “control”. A los tres meses de terminada la estimulación eléctrica, el primer seguía superando ampliamente al segundo en habilidad y reflejos.

¿Qué va a pasar cuando algún tenista aparezca con la batería y los electrodos en el cerebro?. Algunos van a argumentar que es el mismo resultado que se obtiene con el entrenamiento tradicional. La estimulación eléctrica no hace más que reforzar las conexiones de la misma manera que se refuerzan durante las prácticas diarias.

Es otro desafío que la ciencia y la tecnología instalan en una actividad que se consideraba alejada de las mismas.

Tal vez Maradona y Messi, tal como lo hizo Einstein, deban donar sus cerebros a la ciencia para poder dilucidar, por sus cerebros, quien fue el mejor jugador del mundo.

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