martes, 6 de abril de 2010

COMO APRENDÍ A AMAR LA BOMBA


Las falsificaciones de objetos valiosos constituyen una de las actividades delictivas más rentables en los tiempos que corren. Vestimenta, joyas, obras de arte, relojes y otros “objetos del deseo” son permanentemente falsificados para abastecer a un público consumidor ávido de exhibir objetos de valor.

Esta clase de estafa también llegó a los vinos: un grupo de “dealers” de vino franceses acaba de ser llevados a la justicia por intentar vender 18 mil botellas de vinos Pinot Noir adulteradas. Sucede que las marcas “premium” de vinos están consiguiendo precios exorbitante: un Chateau Lafite Rothschild 1982 que costaba 2,600 libras esterlinas en el año 2000 pasó a venderse a 25,000 unidades de la misma moneda en el 2009; con estos precios, es muy difícil resistir la tentación de la falsificación. Los expertos consideran que el 5% de los vinos muy finos están adulterados, ya sea mediante dilución con vinos más baratos o a través de la falsificación de las etiquetas.

En el caso del vino juega un rol crucial el año de la cosecha. Los degustadores y coleccionistas pagan enormes sumas por ciertas marcas y ciertos años de cosecha, situación lógicamente explotada por los falsificadores para lograr sus enormes beneficios.

Un aliado inesperado llega en auxilio de los consumidores: la bomba atómica. Sucede que el dióxido de carbono de la atmósfera contiene la forma estable del elemento carbono-12; cada átomo de carbono-12 contiene 6 neutrones y 6 protones en su núcleo. Pero los ensayos con bombas atómicas que se realizaron en la atmósfera (los norteamericanos durante la década del 60, los franceses hasta 1974 y los chinos hasta 1980) cargaron la atmósfera con trazas de carbono-14 radiactivo, un elemento que contiene dos neutrones adicionales.

Cuando las uvas maduran en el viñedo van absorbiendo dióxido de carbono de la atmósfera, el cual contiene tanto carbono-12 como trazas de carbono-14. Con el correr de los años, la concentración de carbono-14 radiactivo en la atmósfera ha ido disminuyendo debido a las emisiones crecientes de dióxido de carbono, debidas a los combustibles fósiles, que terminan diluyendo la concentración de carbono-14.

La presencia o ausencia de trazas de carbono-14 en los vinos y la concentración relativa del mismo en la bebida permite datar vinos con una precisión nunca antes lograda. Ahora podemos determinar si una bebida es anterior a la fecha de los primeros ensayos nucleares en la atmósfera, como así también precisar, con sólo un año de error, a que cosecha pertenece el vino analizado. Solamente hace falta determinar los niveles de radioactividad con el instrumental apropiado.

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