La nanotecnología es el campo de investigación y desarrollo relacionado con la construcción de “cosas” – generalmente materiales y dispositivos – en la escala de los átomos y de las moléculas. Un nanómetro es 10-9 metros (0,000000001 m), 10 veces el diámetro de un átomo de hidrógeno. Una comparación más cercana: el grosor de un cabello humano es, en promedio, de 80.000 nanómetros.
A esa escala no se cumplen las reglas “macroscópicas” de la física y de la química: ciertas propiedades de los materiales tales como la conductividad eléctrica, la conductividad térmica, la resistencia a la tensión, la reactividad química difieren notablemente entre la escala nano y la escala macro. Ejemplo típico: los nanotubos de carbón son 100 veces más fuertes que el acero y 6 veces más livianos.
La nanotecnología trae “bajo el brazo” la promesa de modificar radicalmente el mundo tal como lo conocemos ahora: producciones limpias con mínimos desperdicios, cura de enfermedades hoy en día mortales, limpieza de los desechos contaminantes que arruinan el planeta, aumento significativo de la eficiencia energética y diseño de dispositivos para hacer factible la vida en otros planetas.
El tema ya fue desarrollado en un post anterior (EN EL FONDO HAY LUGAR, publicado en agosto del 2007). Las expresiones de Richard Feynman y Eric Drexler, las utopías de los transhumanistas y las objeciones de Bill Joy muestran las pasiones y temores que esta nueva tecnología trae aparejada.
Por el momento los cambios revolucionarios son sólo promesas, pero la nanotecnología ya está comenzando a producir dispositivos que nos sorprenden y que generan pequeños cambios cuyos efectos acumulativos quedarán expuestos en el mediano plazo.
Investigadores de la Universidad Tecnológica de Dallas ensamblaron arreglos verticales de nanotubos creando una zona oscura (un bosque), la cual fue calentada con pulsos de rayos láser que indujeron variaciones en la presión del aire alrededor de los tubos, obteniendo diferentes sonidos según la frecuencia del pulso láser.
Se denomina efecto termoacústico y es el mismo principio que utilizó Alexander Graham Bell cuando inventó el teléfono. La diferencia es que lo se acaba de inventar es un parlante inalámbrico, extremadamente delgado, ultraliviano y casi transparente. No hay partes móviles y la superficie de nanotubos puede adherirse a cualquier otra superficie tornándola acústicamente activa.
Ya están analizando como se la puede incorporar en los televisores, en las pantallas de las computadoras, en las paredes de los hogares y en los vidrios de edificios y autos.
Imaginemos las habitaciones de los futuros adolescentes con parlantes invisibles en todas las paredes: parece formar parte de las pesadillas que la nanotecnología traerá aparejada. No será tan grave porque el mismo principio fotoacústico puede ser utilizado como supresor de sonidos. Aquellos que vivimos en calles con tráfico muy intenso vamos a colocar un ensamble de nanotubos que incorpore tecnologías de cancelación de sonidos.
Si la nanotecnología resuelve el tremendo problema del ruido en las ciudades, será un punto muy fuerte para sus defensores al interior de las discusiones sobre el impacto social de la misma.
A esa escala no se cumplen las reglas “macroscópicas” de la física y de la química: ciertas propiedades de los materiales tales como la conductividad eléctrica, la conductividad térmica, la resistencia a la tensión, la reactividad química difieren notablemente entre la escala nano y la escala macro. Ejemplo típico: los nanotubos de carbón son 100 veces más fuertes que el acero y 6 veces más livianos.
La nanotecnología trae “bajo el brazo” la promesa de modificar radicalmente el mundo tal como lo conocemos ahora: producciones limpias con mínimos desperdicios, cura de enfermedades hoy en día mortales, limpieza de los desechos contaminantes que arruinan el planeta, aumento significativo de la eficiencia energética y diseño de dispositivos para hacer factible la vida en otros planetas.
El tema ya fue desarrollado en un post anterior (EN EL FONDO HAY LUGAR, publicado en agosto del 2007). Las expresiones de Richard Feynman y Eric Drexler, las utopías de los transhumanistas y las objeciones de Bill Joy muestran las pasiones y temores que esta nueva tecnología trae aparejada.
Por el momento los cambios revolucionarios son sólo promesas, pero la nanotecnología ya está comenzando a producir dispositivos que nos sorprenden y que generan pequeños cambios cuyos efectos acumulativos quedarán expuestos en el mediano plazo.
Investigadores de la Universidad Tecnológica de Dallas ensamblaron arreglos verticales de nanotubos creando una zona oscura (un bosque), la cual fue calentada con pulsos de rayos láser que indujeron variaciones en la presión del aire alrededor de los tubos, obteniendo diferentes sonidos según la frecuencia del pulso láser.
Se denomina efecto termoacústico y es el mismo principio que utilizó Alexander Graham Bell cuando inventó el teléfono. La diferencia es que lo se acaba de inventar es un parlante inalámbrico, extremadamente delgado, ultraliviano y casi transparente. No hay partes móviles y la superficie de nanotubos puede adherirse a cualquier otra superficie tornándola acústicamente activa.
Ya están analizando como se la puede incorporar en los televisores, en las pantallas de las computadoras, en las paredes de los hogares y en los vidrios de edificios y autos.
Imaginemos las habitaciones de los futuros adolescentes con parlantes invisibles en todas las paredes: parece formar parte de las pesadillas que la nanotecnología traerá aparejada. No será tan grave porque el mismo principio fotoacústico puede ser utilizado como supresor de sonidos. Aquellos que vivimos en calles con tráfico muy intenso vamos a colocar un ensamble de nanotubos que incorpore tecnologías de cancelación de sonidos.
Si la nanotecnología resuelve el tremendo problema del ruido en las ciudades, será un punto muy fuerte para sus defensores al interior de las discusiones sobre el impacto social de la misma.
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