En la versión argentina de la revista Newsweek, la periodista Anne Underwood detalla un conjunto de “remedios para el planeta”. Se trata de posibles soluciones para reducir la contaminación ambiental que da lugar al Efecto Invernadero y el correspondiente aumento en la temperatura media del planeta.
Entre las soluciones propuestas se destacan:
1.- Fabricar artículos que sean totalmente reciclables, de modo de eliminar los basureros y reducir el consumo de materias primas.
2.- Reemplazar las lámparas incandescentes por bombillas LED.
3.- Volver a propulsar los barcos con velas.
4.- Fabricar autos que rindan 127 kilómetros con un sólo litro de nafta.
5.- Desarrollar hornos y estufas baratas, durables y atractivas para las 2000 millones de personas que cocinan o se protegen mediante hornos y estufas rudimentarias y altamente contaminantes.
Pero todo lo anterior no alcanza. Hay que aumentar significativamente la utilización de energías renovables para poder revertir los altos índices de impacto ambiental. En esa dirección se encamina T. Boone Pickens, un magnate petrolero cuya fortuna se estima en 3000 millones de dólares.
En 1956, Pickens tenía sólo 2500 dólares en el banco; se las ingenió para fundar una compañía petrolera en Texas (Estados Unidos) y, tras una serie de audaces movimientos, se trasformó en otro de los símbolos del exitoso capitalismo norteamericano.
Ahora tiene 80 años; intuye que su paso por “este valle de lágrimas” tal vez esté pronto a concluir pero no tolera la dejadez de la Administración Bush en lo que respecta a la dependencia energética de su país.
Durante este mes de abril, comenzó el proyecto más audaz y ambicioso de su carrera empresarial: la creación del parque eólico más grande del mundo. El objetivo es erigir, durante los próximos 4 años, 2700 turbinas eólicas en las planicies de Texas para generar la electricidad suficiente para alimentar a un millón de hogares estadounidenses. El costo del proyecto impresiona: 10.000 millones de dólares.
Cuando le objetan que la energía eólica tiene la severa restricción de la aleatoriedad en magnitud y dirección de los vientos, responde que el clima de la planicie texana es el apropiado. Durante sus largos años como cazador de codornices en su estado, pudo comprobar empíricamente que en Texas sobra viento para mover las turbinas. Como buen empresario, contrató los servicios de profesionales de la meteorología quienes ratificaron las hipótesis del magnate.
Boone Pickens no frena su imaginación: propone crear un gran “corredor de granjas eólicas” que se extienda desde Texas hasta el centro de Estados Unidos y sumarle otro corredor que se extienda desde su estado hasta el sur de California, este último conformado por dispositivos fotovoltaicos conversores de energía solar.
Thomas Friedman plantea que las soluciones al severo problema ambiental provendrán de un reducido conjunto de hombres y mujeres, cuya audacia y determinación resultarán en el cambio de rumbo necesario para tal objetivo.
Es probable que Boone Pickens sólo esté motivado por el afán de lucro. También es probable que integre ese reducido grupo de quienes contribuyen notablemente para lograr el desarrollo sostenible.
Entre las soluciones propuestas se destacan:
1.- Fabricar artículos que sean totalmente reciclables, de modo de eliminar los basureros y reducir el consumo de materias primas.
2.- Reemplazar las lámparas incandescentes por bombillas LED.
3.- Volver a propulsar los barcos con velas.
4.- Fabricar autos que rindan 127 kilómetros con un sólo litro de nafta.
5.- Desarrollar hornos y estufas baratas, durables y atractivas para las 2000 millones de personas que cocinan o se protegen mediante hornos y estufas rudimentarias y altamente contaminantes.
Pero todo lo anterior no alcanza. Hay que aumentar significativamente la utilización de energías renovables para poder revertir los altos índices de impacto ambiental. En esa dirección se encamina T. Boone Pickens, un magnate petrolero cuya fortuna se estima en 3000 millones de dólares.
En 1956, Pickens tenía sólo 2500 dólares en el banco; se las ingenió para fundar una compañía petrolera en Texas (Estados Unidos) y, tras una serie de audaces movimientos, se trasformó en otro de los símbolos del exitoso capitalismo norteamericano.
Ahora tiene 80 años; intuye que su paso por “este valle de lágrimas” tal vez esté pronto a concluir pero no tolera la dejadez de la Administración Bush en lo que respecta a la dependencia energética de su país.
Durante este mes de abril, comenzó el proyecto más audaz y ambicioso de su carrera empresarial: la creación del parque eólico más grande del mundo. El objetivo es erigir, durante los próximos 4 años, 2700 turbinas eólicas en las planicies de Texas para generar la electricidad suficiente para alimentar a un millón de hogares estadounidenses. El costo del proyecto impresiona: 10.000 millones de dólares.
Cuando le objetan que la energía eólica tiene la severa restricción de la aleatoriedad en magnitud y dirección de los vientos, responde que el clima de la planicie texana es el apropiado. Durante sus largos años como cazador de codornices en su estado, pudo comprobar empíricamente que en Texas sobra viento para mover las turbinas. Como buen empresario, contrató los servicios de profesionales de la meteorología quienes ratificaron las hipótesis del magnate.
Boone Pickens no frena su imaginación: propone crear un gran “corredor de granjas eólicas” que se extienda desde Texas hasta el centro de Estados Unidos y sumarle otro corredor que se extienda desde su estado hasta el sur de California, este último conformado por dispositivos fotovoltaicos conversores de energía solar.
Thomas Friedman plantea que las soluciones al severo problema ambiental provendrán de un reducido conjunto de hombres y mujeres, cuya audacia y determinación resultarán en el cambio de rumbo necesario para tal objetivo.
Es probable que Boone Pickens sólo esté motivado por el afán de lucro. También es probable que integre ese reducido grupo de quienes contribuyen notablemente para lograr el desarrollo sostenible.
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