Sir Martin Rees, profesor de la Universidad de Cambridge y actual poseedor del título –so british- de Astrónomo Real de Inglaterra, postula que sólo 6 números “estampados” en el Big Bang determinan los aspectos esenciales del universo físico. Muestra que la evolución del cosmos es totalmente dependiente de los valores que toman esos 6 números, de modo tal que si alguno de ellos no hubiera estado “ajustado” apropiadamente no existiría la vida en nuestro planeta y tampoco las estrellas tal como las conocemos.
¿Cuáles son esos 6 números?
El primero mide la fuerza de los campos eléctricos que mantienen unidos a los átomos dividido por la fuerza de gravedad entre los mismos. Es un número extremadamente grande, aproximadamente 10 elevado a la 36 (si no está acostumbrado a la notación científica se lo muestro en la notación convencional: 1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000). Muestra que la fuerza de gravedad es aproximadamente 1036 veces más débil que las fuerzas eléctricas que gobiernan el mundo microscópico. Si este número tuviera unos pocos ceros menos, tendríamos un universo en miniatura donde los seres vivos no podrían ser más grandes que los insectos y no habría tiempo (en escala geológica) para la evolución biológica.
El siguiente número es la proporción de energía que se desprende cuando el hidrógeno se funde para dar helio. Su valor, 0.007, determina la potencia de la energía emitida por el sol y como las estrellas transmutan hidrógeno en todos los átomos que tenemos en la Tabla Periódica de los Elementos. El valor que toma justifica porqué el carbono y el oxígeno abundan en nuestro planeta mientras que el uranio y el oro son relativamente escasos. Si valiera 0.006 ó 0.008, este texto no existiría porque tanto usted como yo no existiríamos.
El tercer número también es una relación: mide la densidad real de la materia en el universo respecto a una “densidad crítica” a partir de la cual la fuerza de la gravedad sería capaz de frenar la expansión y pasar a un escenario de contracción del universo; los últimos cálculos indican un valor de 0.4. El universo hubiera colapsado si esta relación fuera mayor mientras que si la misma fuera menor no se hubieran formado estrellas ni galaxias.
El cuarto número fue “descubierto” en 1998 cuando se encontró que una nueva fuerza, la antigravedad cósmica, controla la velocidad de la expansión cósmica. Tampoco se hubieran formado las estrellas si su valor no fuera tan pequeño y la evolución del cosmos se hubiera extinguido en el preciso momento del arranque.
El quinto número es un cociente de energías, la relación entre la energía requerida para “separar” una galaxia comparada con la energía de la misma en reposo. Su valor es 0.00001 (10-5 en notación científica) y si fuera menor, el universo sería inerte y carente de estructura mientras que un valor mayor del número implicaría un universo más violento que algunas ciudades de Irak, con enormes agujeros negros devorando a los incipientes sistemas solares.
A diferencia de los anteriores, al sexto y último número lo conocemos desde hace bastante tiempo: es el número de dimensiones espaciales, igual a 3. La vida, tal como la conocemos, no podría existir si fuera 2 ó 4. Si el universo tuviera cuatro dimensiones, la fuerza de gravedad se reduciría según el cubo de la distancia y los planetas no tendrían órbitas estables. Si bien el tiempo es considerado la cuarta dimensión, es diferente a las otras tres porque tiene incorporada la “flecha del tiempo”: siempre nos movemos en dirección al futuro mientras que a las tres dimensiones espaciales las podemos recorrer en sentido “ascendente” o “descendente”.
Para el lector interesado en profundizar las ideas de Rees, nada mejor que ir a las fuentes y conseguir su libro: Just Six Numbers (The Deep Forces that Shape the Universe). En español se lo consigue bajo el siguiente título: “Seis Números Nada Más. Las fuerzas profundas que ordenan el Universo”. Rees plantea la posibilidad de alguna conexión entre estos números, aunque por el momento no se pueda predecir el valor de uno de ellos en función de los restantes. Numerosos científicos están intentando desarrollar una “Teoría del Todo” a través de un conjunto de fórmulas que interrelacionen a los 6 números, sin éxito hasta la fecha.
Mientras tanto, Rees plantea una idea muy controvertida: si el mundo tal como lo conocemos depende de sólo 6 números y en particular de valores “finamente ajustados” de alguno de ellos, ¿quién o qué se encarga de hacer el ajuste fino?. Rees postula tres escenarios posibles:
1.- Por una simple coincidencia los números tomaron los valores medidos y aquí estamos.
2.- Hay un “Creador Benevolente” que formó el universo para que nosotros vivamos en él.
3.- El escenario favorito de Rees: existe una infinidad de universos (multiversos), cada uno de ellos surgido a partir de diferentes valores de los números; alguno de ellos fueron abortados debido a un valor no ajustado apropiadamente, otros están en crecimiento y muchos ya se extinguieron. En nuestro Big Bang se dio una correcta asignación de valores y estamos en un proceso de expansión con un universo que tiene “cuerda para rato”, puesto que los astrónomos pronostican que recién dentro de 6 mil millones de años llegará el final de nuestro sistema solar.
“Cada átomo de la Tierra se forjó en una antigua estrella que completó su ciclo de vida hace más de cuatro mil millones de años. Así que somos literalmente las cenizas de estrellas muertas hace mucho tiempo…”. El ser humano está compuesto de los mismos átomos que conforman el universo; estuvimos en el Big Bang y, por lo tanto, SOMOS EL UNIVERSO.
¿Cuáles son esos 6 números?
El primero mide la fuerza de los campos eléctricos que mantienen unidos a los átomos dividido por la fuerza de gravedad entre los mismos. Es un número extremadamente grande, aproximadamente 10 elevado a la 36 (si no está acostumbrado a la notación científica se lo muestro en la notación convencional: 1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000). Muestra que la fuerza de gravedad es aproximadamente 1036 veces más débil que las fuerzas eléctricas que gobiernan el mundo microscópico. Si este número tuviera unos pocos ceros menos, tendríamos un universo en miniatura donde los seres vivos no podrían ser más grandes que los insectos y no habría tiempo (en escala geológica) para la evolución biológica.
El siguiente número es la proporción de energía que se desprende cuando el hidrógeno se funde para dar helio. Su valor, 0.007, determina la potencia de la energía emitida por el sol y como las estrellas transmutan hidrógeno en todos los átomos que tenemos en la Tabla Periódica de los Elementos. El valor que toma justifica porqué el carbono y el oxígeno abundan en nuestro planeta mientras que el uranio y el oro son relativamente escasos. Si valiera 0.006 ó 0.008, este texto no existiría porque tanto usted como yo no existiríamos.
El tercer número también es una relación: mide la densidad real de la materia en el universo respecto a una “densidad crítica” a partir de la cual la fuerza de la gravedad sería capaz de frenar la expansión y pasar a un escenario de contracción del universo; los últimos cálculos indican un valor de 0.4. El universo hubiera colapsado si esta relación fuera mayor mientras que si la misma fuera menor no se hubieran formado estrellas ni galaxias.
El cuarto número fue “descubierto” en 1998 cuando se encontró que una nueva fuerza, la antigravedad cósmica, controla la velocidad de la expansión cósmica. Tampoco se hubieran formado las estrellas si su valor no fuera tan pequeño y la evolución del cosmos se hubiera extinguido en el preciso momento del arranque.
El quinto número es un cociente de energías, la relación entre la energía requerida para “separar” una galaxia comparada con la energía de la misma en reposo. Su valor es 0.00001 (10-5 en notación científica) y si fuera menor, el universo sería inerte y carente de estructura mientras que un valor mayor del número implicaría un universo más violento que algunas ciudades de Irak, con enormes agujeros negros devorando a los incipientes sistemas solares.
A diferencia de los anteriores, al sexto y último número lo conocemos desde hace bastante tiempo: es el número de dimensiones espaciales, igual a 3. La vida, tal como la conocemos, no podría existir si fuera 2 ó 4. Si el universo tuviera cuatro dimensiones, la fuerza de gravedad se reduciría según el cubo de la distancia y los planetas no tendrían órbitas estables. Si bien el tiempo es considerado la cuarta dimensión, es diferente a las otras tres porque tiene incorporada la “flecha del tiempo”: siempre nos movemos en dirección al futuro mientras que a las tres dimensiones espaciales las podemos recorrer en sentido “ascendente” o “descendente”.
Para el lector interesado en profundizar las ideas de Rees, nada mejor que ir a las fuentes y conseguir su libro: Just Six Numbers (The Deep Forces that Shape the Universe). En español se lo consigue bajo el siguiente título: “Seis Números Nada Más. Las fuerzas profundas que ordenan el Universo”. Rees plantea la posibilidad de alguna conexión entre estos números, aunque por el momento no se pueda predecir el valor de uno de ellos en función de los restantes. Numerosos científicos están intentando desarrollar una “Teoría del Todo” a través de un conjunto de fórmulas que interrelacionen a los 6 números, sin éxito hasta la fecha.
Mientras tanto, Rees plantea una idea muy controvertida: si el mundo tal como lo conocemos depende de sólo 6 números y en particular de valores “finamente ajustados” de alguno de ellos, ¿quién o qué se encarga de hacer el ajuste fino?. Rees postula tres escenarios posibles:
1.- Por una simple coincidencia los números tomaron los valores medidos y aquí estamos.
2.- Hay un “Creador Benevolente” que formó el universo para que nosotros vivamos en él.
3.- El escenario favorito de Rees: existe una infinidad de universos (multiversos), cada uno de ellos surgido a partir de diferentes valores de los números; alguno de ellos fueron abortados debido a un valor no ajustado apropiadamente, otros están en crecimiento y muchos ya se extinguieron. En nuestro Big Bang se dio una correcta asignación de valores y estamos en un proceso de expansión con un universo que tiene “cuerda para rato”, puesto que los astrónomos pronostican que recién dentro de 6 mil millones de años llegará el final de nuestro sistema solar.
“Cada átomo de la Tierra se forjó en una antigua estrella que completó su ciclo de vida hace más de cuatro mil millones de años. Así que somos literalmente las cenizas de estrellas muertas hace mucho tiempo…”. El ser humano está compuesto de los mismos átomos que conforman el universo; estuvimos en el Big Bang y, por lo tanto, SOMOS EL UNIVERSO.
Agradecimiento: la foto es cortesía de Miguel Angel Salamanca.
2 comentarios:
soy el ultimo visitante con tres digitos!!!! felices 1000 lectores!!!
Muy bueno el post!
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