sábado, 29 de septiembre de 2007

MIENTE, MIENTE, QUE ALGO FLUIRÁ


El experimento parecía ser muy sencillo: a cada voluntario se le entregaba un sobre en cuyo interior había una baraja y un billete de 20 dólares. El voluntario se acostaba en una camilla adosada a un equipo muy ruidoso y en el monitor de una computadora le iban apareciendo imágenes relacionadas con la baraja que le habían entregado. El supuesto objetivo del experimento era tratar de engañar a la computadora para quedarse con los 20 dólares. Los voluntarios no debían hablar sino que apretaban, según correspondiera, un par de botones rotulados “SI” y “NO”.

El verdadero objetivo del experimento era registrar las diferencias que se manifestaban en el cerebro cuando se decía la verdad respecto a cuando se estaba mintiendo. Las conclusiones del responsable del experimento científico, el psiquiatra Daniel Landgleben, fueron las siguientes: “se pueden detectar diferencias neurofisiológicas entre mentira y verdad utilizando Imágenes de Resonancia Magnética funcional” (fMRI, functional Magnetic Resonance Imaging).

Interrogar para obtener la verdad fue una constante a lo largo de la historia de la humanidad: la existencia de espías, traidores, delincuentes, criminales, estafadores y cónyuges infieles motivaron la búsqueda de métodos que resolvieran el problema. Los interrogadores de la Inquisición fueron los primeros en describir los cambios que ocurrían en el sistema nervioso autónomo (responsable de acciones involuntarias tales como la respiración, transpiración y ritmo cardíaco) cuando un sospechoso estaba sometido al estrés del interrogatorio. Encontraron que al supuesto hereje se le secaba la boca cuando intentaba ocultar información; en consecuencia procedían a llenarle la boca con pan seco y queso amarillo y si el sospechoso no deglutía rápidamente la mezcla era claramente culpable y condenado a la hoguera.

En 1915 comienza a utilizarse el polígrafo o detector de mentiras. La hipótesis que justifica su uso se basa en que el aparato mide en forma precisa la respuesta del sistema nervioso autónomo mientras el sujeto está siendo interrogado; no deja de ser una versión mejorada de la técnica usada por la Inquisición. Con el transcurrir de los años se vio que sus resultados no eran tan precisos: inocentes intimidados por el interrogador transpiraban y subían su ritmo cardíaco mientras que avezados delincuentes o sociópatas consumados no modificaban la traza que la pluma registraba en el papel. Dejó de usarse como instrumento en los juicios legales e inclusive, tras los atentados del 11/9, se lo aplicó en la cacería de terroristas o cómplices hasta que las evidencias claramente demostraron su ineficacia.

Los aparatos que obtienen imágenes mediante resonancia magnética (MRI) aparecen en el mercado en la década del 70. Los primeros equipos permiten penetrar el cráneo humano para observar la estructura cerebral de personas vivas, como así también monitorear los cambios debido a enfermedades. Cuando aparecen los MRI funcionales se puede estudiar la actividad eléctrica del cortex cerebral ya que un poderoso campo magnético permite registrar el flujo de sangre que irriga al grupo de neuronas que se disparan al realizar determinadas actividades cerebrales. Así, se pueden crear mapas de las redes cerebrales en acción mientras las mismas procesan pensamientos, sensaciones, memorias y comandos motores.

Ahora los neurólogos pueden detectar evidencias tempranas de la temida Enfermedad de Alzheimer, evaluar la eficacia de distintas drogas medicinales y prever posibles inconvenientes antes de iniciar una cirugía en el cerebro. En definitiva, una nueva y poderosa herramienta al servicio de la medicina.

Todo iba bien hasta el experimento de Landgleben: el estudio demostró que decir la verdad es la respuesta cerebral más natural, simple y primaria. Por el contrario, para mentir hay una demora, una supresión de la verdad mientras se crea una “nueva verdad” según las necesidades del momento y se adapta la respuesta motriz y el lenguaje corporal a la nueva situación. Estos mecanismos adicionales requieren que el cerebro invierta 200 milisegundos para ejecutarlos, demora que es fácilmente registrable por el equipo fRMI.

Naturalmente hay un mercado ansioso por una tecnología que permita verificar la verdad o falsedad de ciertas afirmaciones. El servicio correspondiente lo ofrece la empresa “NO LIE MRI” (“No Lie” es traducible como “Sin Mentira”). En la página web de la empresa (http://www.noliemri.com/) se postula que invertir algunos miles de dólares en sus servicios puede evitar que algún mentiroso engañe a individuos o grupos (“Síganme, no los voy a defraudar”) y que pueden ofrecer evidencia científica objetiva para convencer a un jurado sobre la inocencia o culpabilidad de un acusado. También sugieren ser contratados por inversores que deseen no ser estafados por corporaciones o financistas desleales (el caso Enron).

Un detector de mentiras cerebral es el sueño de todo responsable de una agencia antiterrorista. El problema es que los equipos fRMI convencionales son enormes y no transportables. Britton Chance, profesor emérito de biofísica de la Universidad de Pennsylvania, a los 92 años de edad dirige a un grupo de científicos y técnicos en el desarrollo de un equipo para usar en los aeropuertos. Por el momento dispone de una banda de velcro que se ajusta a la cabeza y que posee diodos emisores de luz (LEDs) y sensores de diodo. El equipo genera un haz de luz cercano al infrarrojo que atraviesa la frente y el cráneo y penetra, sin producir daño alguno, los primeros centímetros del tejido cortical.

El haz de luz registra los mismos cambios en el flujo sanguíneo que monitorean los equipos fRMI, vuelve a atravesar el cráneo y es captado por los sensores para que una computadora produzca la imagen correspondiente. Si bien la profundidad de acceso en el interior del cerebro es menor comparada con los fRMI, las pruebas realizadas con voluntarios detectaron el 95% de las mentiras emitidas.

Como la banda de velcro alrededor del cerebro es muy evidente, están en el desarrollo de un láser invisible con un colector de fotones ultrasensible que les permita registrar a distancia las señales cerebrales de una mentira. Las agencias de seguridad norteamericanas están aportando enormes cantidades de dinero para el desarrollo de un aparato con las características citadas.

En el corto plazo tendremos que sentarnos a discutir los aspectos éticos y morales de la nueva tecnología. Ya estamos observando como las consideraciones de “seguridad nacional” prevalecen sobre las “libertades individuales”. El derecho básico de todo individuo a mentir para no auto incriminarse no podrá ser preservado si nuestros pensamientos más profundos fueran transparentes para un aparato fRMI. ¿Qué sucederá con aquellos individuos cuyos mapas cerebrales indiquen una clara tendencia a la pedofilia, la xenofobia o al racismo intolerante?. Tal vez sea el momento de releer a George Orwell o Philip K. Dick cuyas distopías tecnológicas incluían a la “policía del pensamiento”.

Para los argentinos se cierne una terrible amenaza: no podremos seguir jugando al truco.

No hay comentarios.: