HISTORIA DE LA PELOTA DE FÚTBOL, 1º parte.
Leipzig, Alemania, 24 de junio de 2006: se enfrentan la Selección Nacional de Fútbol de México con su par argentino por los octavos de final de la Copa Mundial de Fútbol FIFA 2006. Los 90 minutos reglamentarios terminan empatados (1 a 1) y se juega el alargue; un soberbio gol del volante argentino Maxi Rodríguez (considerado uno de los mejores goles del torneo) inclina la balanza a favor de los sudamericanos. El sueño de ganar la Copa se desvanece una vez más para los mexicanos cuando el árbitro Massimo Busacca señala el centro del campo de juego y toma en sus manos a la Adidas Teamgeist, una extraordinaria pelota de fútbol fabricada con un conjunto de materiales cuya historia comienza aproximadamente 500 años atrás en territorio mexicano.
Palco de Honor
Tenochtitlán, la capital del imperio azteca se prepara para un gran acontecimiento. El Emperador Moctezuma II ha decidido homenajear a Hernán Cortés y al grupo de aventureros que lo acompañan. Asombrados por las ropas, armas y caballería de los españoles e ignorante de sus verdaderas intenciones, Moctezuma II organiza una gran fiesta popular con sus mejores comidas y al final una sorpresa para los futuros conquistadores: un juego consistente en dos equipos intentando introducir una bola maciza de aproximadamente 12 centímetros de diámetro en el interior de un agujero trabajado en la piedra. La bola podía empujarse con hombros, brazos, muslos, caderas y otras partes del cuerpo que no incluían a las manos y los pies.
Lo que realmente asombró a los conquistadores fue que la bola rebotaba sobre el duro piso de piedra que constituía el campo de juego. Cuando preguntaron con que material estaba hecha la bola, los aztecas contestaron que la misma se hacía con “lagrimas del árbol que llora”. Cuando una pregunta similar se le hizo a los mayas respecto al material con que impermeabilizaban ropas, calzados y vasijas, ellos contestaron cautchuc (impermeable). Los españoles lo modificaron a su actual denominación: caucho.
Durante los siglos XVI y XVII, los españoles enviaron a la metrópoli varios embarques de caucho para intentar reproducir los productos impermeabilizados que los indígenas utilizaban en su vida diaria. Todos los intentos fracasaron y las bolas elásticas sólo fueron objetos exóticos que se exhibían durante las veladas sociales. En 1736, la Academia de Ciencias de París envía a Charles de La Condamine en una expedición geográfica por América del Sur. El científico francés embarca a París un cargamento con rollos de caucho y una descripción de las propiedades del mismo donde incluye: “cuando está fresco se le puede dar cualquier forma, es impenetrable a la lluvia y la propiedad más notable es su elasticidad”.
El primer uso práctico del caucho consistió en frotar las marcas hechas con lápices sobre el papel y así borrarlas. Esta aplicación, sugerida por un descendiente del navegante portugués Magallanes, fue popularizada por el químico británico Joseph Priestley (el descubridor del oxígeno) en 1770. La goma de borrar era vendida como India Rubber y de aquí proviene el término que denomina al caucho en el idioma inglés (to rub ~ frotar). Completamente diferente es el término usado en el idioma portugués –borracha– originado en la primera aplicación que los marineros portugueses le dieron al caucho, cuando fue utilizado para reemplazar a las vasijas de cuero en las que transportaban vino durante sus viajes de ultramar.
Buen Año, Mala Vida
El siglo XIX marca el comienzo de la producción en Europa Central de bienes de consumo a partir del caucho. La primera fábrica se instala en París en 1803, la segunda en Viena en 1811 y la tercera en Londres en 1820. Ésta última perteneció a Thomas Hancock quien descubrió como manufacturar bolas elásticas; Hancock se asocia con Charles MacIntosh quien había descubierto el uso de ciertos hidrocarburos como solventes del caucho y entre ambos comienzan la fabricación de sacos impermeables. Los mismos, comercializados bajo el nombre de “macintosh”, son un éxito de ventas y aún en nuestros días se siguen vendiendo productos para la lluvia con ese nombre.
Sin embargo, todos los bienes que se producían a partir del caucho natural eran viscosos y pegajosos, blandos en días cálidos y duros y quebradizos en días fríos. Una vez que se los estiraba no retornaban a la forma y extensión original. Era imprescindible encontrar la manera de eliminar todas esas propiedades indeseables del caucho natural.
La leyenda dice que a Charles Nelson Goodyear (literalmente traducible como buen año), trabajando en su laboratorio casero, se le cayeron sales de azufre sobre unas migas de caucho y las mismas fueron a parar a una estufa encendida. Pocos minutos después observó asombrado que el caucho no sólo había perdido su pegajosidad y mal olor, sino que se había transformado en un material gomoso, elástico, que no se deformaba por el calor ni se volvía quebradizo con el frío; en 1840 Goodyear había descubierto el proceso mediante el cual el caucho se transforma en goma. Una versión más realista de la historia establece que Goodyear, proveedor de sacos postales para el Correo de los Estados Unidos, buscaba afanosamente eliminar los serios problemas que tenían los productos que vendía. Continuando los trabajos de otros químicos que mostraban los efectos favorables de la mezcla de caucho con azufre y calor desarrolló la técnica apropiada que denominó vulcanización.
Goodyear consideró que era el término más adecuado debido a que Vulcano, el dios romano del fuego, castigaba a los mortales con azufre y calor. Si bien el inventor pudo patentar su proceso en Estados Unidos, rápidamente tuvo que confrontar en una serie interminable de procesos judiciales por usurpación de patentes que lo llevaron a la ruina económica. Por el contrario, Thomas Hancock logró apoderarse de los secretos de la técnica y la patentó en Inglaterra en 1842, obteniendo una fortuna con la venta de licencias de fabricación. Goodyear jamás fabricó un solo neumático para medios de transporte y la compañía que lleva su nombre lo adoptó como una estrategia comercial por sus actividades en la industria del caucho, sin pagarle un centavo al inventor o a sus descendientes.
Numerosas referencias históricas muestran la utilización por parte de diversas culturas de cráneos humanos, calaveras y cueros de animales, vejigas de cerdo o vaca, algunos de ellos cubiertos con telas, como un objeto que era pateado o empujado de alguna manera hacia un equivalente de arco. Sin embargo, fueron los aztecas los primeros en utilizar bolas elásticas en juegos y rituales religiosos, bolas que fabricaban a partir del látex que segregaban diversas especies naturales de la región. Podemos considerarlos, sin lugar a dudas, como los inventores de la pelota de fútbol.
También era lógico esperar que la primera pelota de caucho vulcanizada fuera fabricada por Charles Goodyear. Sucedió en 1855, pero tampoco salvó de la ruina económica al desafortunado inventor. Pocos años después, en 1862, H. Lindon patentó la primer cámara inflable de caucho; posteriormente reclamó haber inventado la pelota de rugby, pero no obtuvo beneficios económicos de la misma porque no consideró que valía la pena patentarla.
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