El incremento en el número de seres humanos que habitamos el planeta es un tema de controversia permanente.
Están aquellos que plantean que la reducción en la tasa de nacimientos en el último medio siglo es lo suficientemente importante como para garantizar nuestra permanencia en esta hermosa esfera azul.
Son los menos. La mayoría de los científicos e intelectuales que analizan (en la manera más objetiva posible) el problema siguen afirmando que la tasa de reemplazo (relación entre los nacimientos y los fallecimientos) está por encima de lo que la biósfera puede tolerar.
Es cierto que en el mundo desarrollado esa tasa de reemplazo es cercana a la unidad e inclusive negativa en ciertos países. Se está aproximando a la unidad en Estados Unidos y es negativa en ciertos países europeos (Alemania, Francia, España).
Pero no lo es en gran parte del mundo en vías de desarrollo: en Afganistán, Somalía y en otros países “similares”, las mujeres tienen entre
Por supuesto que no es lo mismo el niño que nace en Estados Unidos, Alemania o Níger. La huella ecológica o el factor de consumo, la cantidad de recursos del planeta que cada uno de ellos utilizará a lo largo de su vida es absolutamente diferente.
En Relaciones Internacionales, existe el principio denominado “Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas” para tener en cuenta el consumo pasado y presente de los recursos del planeta. Este principio obliga a los habitantes de los países desarrollados a realizar los mayores esfuerzos para disminuir su consumo ya que han contribuido en forma desproporcionada con los problemas ambientales del mundo.
Pero la triste realidad es que las recientes crisis económico-financieras del mundo desarrollado ha colocado el tema de la reducción del consumo, como así también el tema del cambio climático, en un plano secundario.
Por lo tanto, y aunque suene políticamente incorrecto, los líderes de los países en vías de desarrollo tendrán que reflexionar seriamente sobre como manejar el tema de la tasa de reemplazo en sus respectivos países.
Deberán hacerse simples preguntas: ¿tenemos la capacidad para alimentar esa población creciente?; ¿tendremos suficiente agua potable?; ¿no nos quedará otro remedio que deforestar bosques o contaminar ríos y lagos?; ¿quedaremos atrapados en una trampa demográfica?
Si no tienen una respuesta apropiada para estas simples preguntas, tendrán que asumir la realidad: la ayuda no vendrá de afuera y no quedará otro remedio que desarrollar sistemas de planificación familiar y de salud reproductiva.
Algún día los avances tecnológicos y las correspondientes decisiones políticas garantizarán alimentación, salud, esparcimiento y educación para todos los habitantes del planeta. Ese día aún no ha llegado y por lo tanto, más allá del simple voluntarismo, hay que pensar soluciones para la coyuntura presente.
Algunos biólogos hablan de una Sexta Extinción Masiva, la que ocurrirá si 2.000 millones de personas se agregan a las 6.800 millones que actualmente habitamos el planeta.
Los líderes religiosos también tienen mucho que ver en este gran problema. ¿o tal vez estén muy interesados en apurar la llegada del Apocalipsis?
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