miércoles, 9 de enero de 2008

SOPLANDO EN EL VIENTO


La seguridad energética se define como la disponibilidad de energía en forma confiable, a precio razonable y obtenible de manera sustentable de forma tal que se minimice el impacto sobre el medio ambiente. Planteado en estos términos y con una demanda creciente por parte de numerosos países en vía de desarrollo, puede afirmarse que la seguridad energética mundial no está garantizada en el mediano plazo.

No queda otra alternativa que incrementar significativamente el uso de energías alternativas. En valores relativos, el mayor crecimiento lo aporta la energía eólica.

Eolo es el dios griego guardián de los vientos, a quienes maneja y libera a su antojo. El hombre ha aprovechado la energía contenida en el viento desde al menos 3700 años atrás; hay registros que datan de esa época respecto a la utilización de molinos de eje vertical en la antigua Persia (hoy Irán) y en China. La tecnología fue introducida en Europa recién en la Edad Media y fue inmortalizada por Miguel de Cervantes Saavedra cuando su Quijote arremete contra los molinos de viento, a pesar de las sabias advertencias de su escudero Sancho.

En la actualidad, la generación de energía a partir del viento se realiza en las denominadas granjas eólicas. Se trata de zonas despobladas donde se instalan enormes turbinas que habitualmente tienen tres palas y rotan a velocidades que oscilan entre 10 y 30 revoluciones por minuto. Las palas se orientan en la dirección perpendicular a la de los vientos predominantes en la región y el giro de las mismas mueve un rotor que está conectado a un generador de electricidad.

La energía eólica tiene sus seguidores y sus detractores, sus ventajas y sus desventajas. Comencemos enumerando sus ventajas:

· Se trata de una energía renovable.
· No hay daños al medio ambiente desde el momento en que las turbinas no producen emisiones químicas o radioactivas.
· El terreno donde se instalan las turbinas puede ser utilizado para diversas actividades agropecuarias.
· Si las turbinas deben ser retiradas de su emplazamiento y esa tarea se realiza apropiadamente, no quedan residuos ni daño ambiental alguno.

La principal desventaja radica en que el viento no sopla en forma constante. Cuando lo hace, no necesariamente coincide con el período de mayor demanda de electricidad. Además, las regiones de vientos fuertes no suelen ser las más habitadas, motivo por el cual es necesario gastar en el tendido de una importante línea eléctrica hasta donde están los consumidores de energía.

El costo de mantenimiento de una granja eólica es superior al de una planta alimentada con carbón o gas natural y la superficie necesaria para generar una unidad de energía es mayor que la utilizada por cualquier otra alternativa. En resumen, es más cara cuando se la compara con los combustibles fósiles.

Hay objeciones de índole ambiental, tales como el ruido de las palas que molestan a los pocos habitantes de las regiones aledañas o las perturbaciones en las rutas de vuelo de diversas aves. Los “aristócratas” de la Costa Este de los Estados Unidos (incluida la familia Kennedy) reclamaron por el brusco cambio en el paisaje de su habitual lugar de veraneo (Cape Cod, donde se está por instalar una granja eólica); es indudable que hay una gran alteración del paisaje cuando se instalan en las partes más elevadas de una región decenas de turbinas que pueden medir más de 100 metros de altura.

A la fecha, es bastante más costoso generar electricidad mediante energía eólica que a través de una usina alimentada con carbón, gas natural o algún derivado del petróleo. Pero la seguridad energética y las consideraciones medioambientales han inclinado la balanza a favor del dios Eolo. Alemania, España y Estados Unidos lideran el ranking de países generadores de electricidad por vía eólica. En Alemania hay 20 mil turbinas que producen el 5% de la demanda eléctrica del país. Estados Unidos genera 11.575 megavatios y la producción está creciendo a tasas superiores al 20% anual. Gran Bretaña planifica obtener el 10% de su energía renovable (representa el 3% de la electricidad) a partir del año 2010 y pasar al 15% para el 2015.

Los pioneros en el uso de la energía eólica fueron los países nórdicos (Suecia, Dinamarca y Noruega). Todos ellos utilizan parte de la electricidad generada para bombear agua subterránea hacia depósitos elevados con el objetivo de alimentar pequeñas centrales hidroeléctricas, evitando de esta manera la desventaja de tener una demanda insatisfecha por falta de tiempo e intensidad de viento. Canadá, Italia, Japón y Holanda están utilizando las experiencias nórdicas para definir sus políticas de energías alternativas. Gran parte de los países en vía de desarrollo aún no ha incorporado seriamente el tema de los combustibles alternativos como parte de su estrategia para el mediano plazo.

Discrepo con aquellos “ambientalistas” que opinan que las gigantescas turbinas afean el paisaje. Considero que las granjas eólicas no sólo son una muestra cabal de la creatividad y el ingenio humano, sino que además le agregan al paisaje natural un efecto enriquecedor.

Respecto a la seguridad energética, la respuesta, mi amigo, está soplando en el viento.

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