viernes, 10 de septiembre de 2010

SOBRE HOMBRES Y MÁQUINAS


El sociólogo norteamericano Clifford Naas acaba de publicar un libro titulado “The man who lied to his laptop” (El hombre que le mintió a su computadora portátil). Es un título bastante “marketinero”, aunque ciertas afirmaciones que realiza el autor en el libro son interesantes para el análisis.

Naas, en su último año como estudiante de Ciencias de la Computación, decidió hacer un curso en Sociología y se encontró con la posibilidad de entrelazar ambos campos de la ciencia para investigar cómo se están dando las interacciones entre los humanos y las computadoras.

El principal descubrimiento de Naas es que tratamos, en cierto grado, a las computadoras como si fueran humanas. Entre los diversos experimentos realizados para confirmar esta hipótesis, Naas indica aquel donde un conjunto de personas tenían que calificar a un software. La evaluación se hizo en dos grupos de máquinas: en una de esos grupos el software estaba siendo usado desde hace tiempo; en el otro grupo el programa no estaba siendo usado y se lo cargó sólo para la prueba. En forma consistente, el programa recibió mejores calificaciones en el primer grupo de computadoras: un comportamiento del tipo “no voy a herir los sentimientos de la computadora donde el programa hace tiempo que está instalado”.

En otro experimento, un grupo de voluntarios tenían que realizar una serie de tareas en diversas computadoras. A cada máquina se le asignó una persona y se le agregó un pedazo de tela roja o azul, como si formaran parte de un equipo. A los participantes se les hizo un montón de preguntas, aunque la única que le interesaba a Naas era si calificaban igual a las de su equipo que a las del otro. Nueva sorpresa: la mayoría de los voluntarios del equipo rojo calificó a las computadoras que tenían la tela roja como mejores, más rápidas y más amigables, comparadas con las que tenían la tela azul. La misma conducta se verificó con los integrantes del otro equipo. Es el tema de la identificación con un equipo que miles de empresas en el mundo tratan de obtener de sus empleados.

Otro experimento interesante se relacionó con cómo lograr que la gente nos revele información. Un conjunto de voluntarios interactuó con un programa que les informaba lo siguiente: “La mayoría de las computadoras tienen hoy en día 2Mb de memoria; como soy un modelo antiguo, sólo tengo 1 Mb de memoria. ¿Con qué cosas se siente usted inadecuado?”. Los participantes se mostraron más favorables a revelar información privada cuando se encontraron con un programa que les mostraba “su situación particular”. Algo parecido se dio cuando, tras usar un programa de búsqueda poco amigable, se les pidió a los voluntarios que optimizaran los parámetros de la pantalla. La conducta de los participantes también fue poco amigable, muy diferente a la del grupo que le tocó un programa de búsquedas muy amigable: éstos últimos completaron todas las tareas necesarias para mejorar la pantalla.

A partir de sus estudios, Naas propone una serie de sugerencias para los diseñadores de productos tecnológicos: que el teléfono celular cambie automáticamente la velocidad y cadencia de nuestra voz para tratar de adaptarse al ritmo de nuestro interlocutor al otro lado de la línea; que los sistemas tipo GPS incorporen elementos del lenguaje natural, tal como decir “de vuelta a la izquierda después del supermercado”, en vez de “gire a la izquierda en 30 metros”.

No sólo pasamos cada vez más tiempo frente a una computadora, sino que comenzamos a asignarles conductas humanas. A pesar de la tendencia hacia la superpoblación, ¿vamos camino a un futuro cercano con mayor interacción humano-máquina respecto a la interacción entre seres humanos?

Como todo buen escritor de ciencia ficción, Isaac Asimov en su libro “El sol desnudo” pronostica un mundo donde no hay contactos entre los seres humanos, quienes sólo interactúan con máquinas y con robots.

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