Todo comenzó con una charla distendida en el año 1985. Un profesor de Física de la Universidad de Oxford, Josh Silver, comentaba con un colega la necesidad de numerosas personas de poder ajustar el foco de los lentes sin la presencia de un óptico (oculista). Estaba pensando en los países subdesarrollados donde hay, en promedio, un oculista cada millón de personas.
Más de 20 años después, Silver jubilado en sus tareas domésticas está organizando un grupo de trabajo cuyo objetivo de máxima es proveer, alrededor del año 2020, de anteojos a mil millones de personas al costo de un dólar por par de anteojos.
Para que no sea imprescindible contar con un oculista, Silver desarrolló un modelo basado en el principio físico de que la potencia de una lente es proporcional a su espesor. Entonces, preparó un anteojo de plástico que posee dos membranas circulares llenas de un fluido, cada una de los cuales está conectado a una pequeña jeringa ubicada en los brazos del usuario.
Ajustando un dial en la jeringa se puede aumentar o reducir la cantidad de fluido y de esta forma se modifica la potencia de la lente. Cuando el usuario considera que logró su mejor visión, las membranas se sellan ajustando un tornillo pequeño y se remueven las jeringas. La técnica es de una simpleza absoluta y sólo requiere de personal con un mínimo entrenamiento.
La necesidad de anteojos es vital para millones de personas tales como pescadores que no puedan coser apropiadamente sus redes de pescas o tejedoras que no pueden seguir trabajando debido a que no ven lo que están haciendo. Por supuesto que también condena al analfabetismo a otras millones de personas.
El dispositivo ya está; resta la difícil tarea de fabricarlos en forma masiva, transportarlos y hacerlos llegar a quienes lo necesitan. Es una tarea inmensa ya que al menos mil millones de personas los requieren. Hay organizaciones humanitarias que están involucradas pero se requiere de las Naciones Unidas y de los gobiernos de los países involucrados para su realización. La buena noticia es que 30 mil personas en 15 países han recibido los anteojos y tal vez su vida haya cambiado para mejor.
Más de 20 años después, Silver jubilado en sus tareas domésticas está organizando un grupo de trabajo cuyo objetivo de máxima es proveer, alrededor del año 2020, de anteojos a mil millones de personas al costo de un dólar por par de anteojos.
Para que no sea imprescindible contar con un oculista, Silver desarrolló un modelo basado en el principio físico de que la potencia de una lente es proporcional a su espesor. Entonces, preparó un anteojo de plástico que posee dos membranas circulares llenas de un fluido, cada una de los cuales está conectado a una pequeña jeringa ubicada en los brazos del usuario.
Ajustando un dial en la jeringa se puede aumentar o reducir la cantidad de fluido y de esta forma se modifica la potencia de la lente. Cuando el usuario considera que logró su mejor visión, las membranas se sellan ajustando un tornillo pequeño y se remueven las jeringas. La técnica es de una simpleza absoluta y sólo requiere de personal con un mínimo entrenamiento.
La necesidad de anteojos es vital para millones de personas tales como pescadores que no puedan coser apropiadamente sus redes de pescas o tejedoras que no pueden seguir trabajando debido a que no ven lo que están haciendo. Por supuesto que también condena al analfabetismo a otras millones de personas.
El dispositivo ya está; resta la difícil tarea de fabricarlos en forma masiva, transportarlos y hacerlos llegar a quienes lo necesitan. Es una tarea inmensa ya que al menos mil millones de personas los requieren. Hay organizaciones humanitarias que están involucradas pero se requiere de las Naciones Unidas y de los gobiernos de los países involucrados para su realización. La buena noticia es que 30 mil personas en 15 países han recibido los anteojos y tal vez su vida haya cambiado para mejor.
1 comentario:
La idea es excelente,puesa yo sufro de astigmatismo,el cual podría empeorar en futuro.¿Existen efectos secundarios?
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