Chris Goodall, un inglés experto en temas de energías renovables y cambio climático, ha publicado recientemente un libro titulado “Ten Technologies to Save the Planet” (10 tecnologías para salvar al planeta). En el mismo detalla 10 mitos relacionados con las energías alternativas y el cambio climático.
En mis próximos 5 posts describiré cuáles son esos mitos y porque Goodall los considera como tales. He aquí los dos primeros:
Mito Nro 1: la energía solar es muy cara
Los actuales paneles solares son caros y voluminosos; sus eficiencias rondan el 10% de la radiación recibida. Pero ya está en proceso la segunda generación de colectores más delgados y con eficiencias muy superiores. Se pronostica que los mismos no serán a base de silicio y para el 2012 serán competitivos en los países con mayor nivel de radiación solar incidente. También está en pleno auge el desarrollo de plantas solares con colectores parabólicos que concentran la radiación sobre tubos que conducen fluidos que se utilizan para generar vapor y mover turbinas productoras de electricidad. La tecnología es liderada por alemanes y españoles y se están instalando plantas en el norte de África, sur de España y sudoeste de los Estados Unidos. El desierto de Sahara puede ser el nuevo yacimiento de energía para alimentar a los hogares europeos. Sólo resta tender nuevas y modernas líneas de transmisión de corriente eléctrica y así los países del norte de África podrán mejorar su calidad de vida a expensas del desierto.
Mito Nro 2: la energía eólica es poco confiable
Durante algunos días en este año, la energía eólica suministró el 40% de los requerimientos de electricidad de toda España. Varias regiones del norte de Alemania generan más electricidad de la que consumen. El norte de Escocia, lugar poco agradable para vivir para quienes no están acostumbrados al viento, podría suministrar holgadamente el 15% del consumo eléctrico de la Gran Bretaña.
Es cierto que la energía eólica es intermitente; pero también es cierto que si pudiera interconectar apropiadamente a toda Europa, es probable que en algún lugar de la misma haya un exceso de producción que podría alimentar a las regiones con déficit de viento. Sólo se requieren modernos cables de transmisión que reduzcan las pérdidas y una interconexión controlada por computadoras. Los europeos pueden (y deben) hacerlo en el plazo más breve posible.
En la medida que se fabriquen e instalen más turbinas generadoras, más baratas se volverán las mismas. Hay quienes pronostican que la industria eólica podría resultar en 2 millones de empleos para el 2020. En estos días donde se discute donde invertir para reactivar las economías en recesión, tal vez la industria de energías renovables sea un buen lugar para poner el dinero de los contribuyentes y menos en los bancos, y mucho menos en la industria automotriz que poco hace para “salvar al planeta”.
También es necesario invertir más dinero en investigación y desarrollo en almacenamiento de energía. Por ahora, la variante utilizada es subir agua a represas elevadas durante los momentos de bajo consumo eléctrico. También se está estudiando el diseño de líneas de distribución de electricidad “inteligentes” que premiarían al usuario que reduce su consumo cuando se le avisa que la intensidad del viento no es la apropiada para el consumo habitual.
En mis próximos 5 posts describiré cuáles son esos mitos y porque Goodall los considera como tales. He aquí los dos primeros:
Mito Nro 1: la energía solar es muy cara
Los actuales paneles solares son caros y voluminosos; sus eficiencias rondan el 10% de la radiación recibida. Pero ya está en proceso la segunda generación de colectores más delgados y con eficiencias muy superiores. Se pronostica que los mismos no serán a base de silicio y para el 2012 serán competitivos en los países con mayor nivel de radiación solar incidente. También está en pleno auge el desarrollo de plantas solares con colectores parabólicos que concentran la radiación sobre tubos que conducen fluidos que se utilizan para generar vapor y mover turbinas productoras de electricidad. La tecnología es liderada por alemanes y españoles y se están instalando plantas en el norte de África, sur de España y sudoeste de los Estados Unidos. El desierto de Sahara puede ser el nuevo yacimiento de energía para alimentar a los hogares europeos. Sólo resta tender nuevas y modernas líneas de transmisión de corriente eléctrica y así los países del norte de África podrán mejorar su calidad de vida a expensas del desierto.
Mito Nro 2: la energía eólica es poco confiable
Durante algunos días en este año, la energía eólica suministró el 40% de los requerimientos de electricidad de toda España. Varias regiones del norte de Alemania generan más electricidad de la que consumen. El norte de Escocia, lugar poco agradable para vivir para quienes no están acostumbrados al viento, podría suministrar holgadamente el 15% del consumo eléctrico de la Gran Bretaña.
Es cierto que la energía eólica es intermitente; pero también es cierto que si pudiera interconectar apropiadamente a toda Europa, es probable que en algún lugar de la misma haya un exceso de producción que podría alimentar a las regiones con déficit de viento. Sólo se requieren modernos cables de transmisión que reduzcan las pérdidas y una interconexión controlada por computadoras. Los europeos pueden (y deben) hacerlo en el plazo más breve posible.
En la medida que se fabriquen e instalen más turbinas generadoras, más baratas se volverán las mismas. Hay quienes pronostican que la industria eólica podría resultar en 2 millones de empleos para el 2020. En estos días donde se discute donde invertir para reactivar las economías en recesión, tal vez la industria de energías renovables sea un buen lugar para poner el dinero de los contribuyentes y menos en los bancos, y mucho menos en la industria automotriz que poco hace para “salvar al planeta”.
También es necesario invertir más dinero en investigación y desarrollo en almacenamiento de energía. Por ahora, la variante utilizada es subir agua a represas elevadas durante los momentos de bajo consumo eléctrico. También se está estudiando el diseño de líneas de distribución de electricidad “inteligentes” que premiarían al usuario que reduce su consumo cuando se le avisa que la intensidad del viento no es la apropiada para el consumo habitual.
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