Los biocombustibles son objeto de una gran controversia a nivel internacional. Se advierte que la gran cantidad de tierras destinadas al cultivo de materias primas para la producción de los diversos biocombustibles está quitando terrenos para la producción de alimentos. Inclusive, se habla de una Gran Emergencia Alimentaria a nivel mundial.
Se denomina etanol al alcohol etílico deshidratado, el cual puede utilizarse en los motores a explosión como sustituyente parcial o total de la nafta. Se denomina bioetanol cuando se lo obtiene a partir de materias primas agrícolas mediante un proceso de fermentación que convierte a los azúcares en etanol, él cual luego es deshidratado y llevado al nivel de pureza requerido para su uso como combustible de vehículos.
Se denomina etanol al alcohol etílico deshidratado, el cual puede utilizarse en los motores a explosión como sustituyente parcial o total de la nafta. Se denomina bioetanol cuando se lo obtiene a partir de materias primas agrícolas mediante un proceso de fermentación que convierte a los azúcares en etanol, él cual luego es deshidratado y llevado al nivel de pureza requerido para su uso como combustible de vehículos.
Las materias primas habitualmente utilizadas pueden ser ricas en sacarosa (caña de azúcar, melaza, sorgo), ricas en almidón (granos de maíz, cebada y trigo, camote, papa) o tener un alto contenido en celulosa (pastos, pajas, maderas y algunos residuos agrícolas).
Se define como biodiesel a toda mezcla de ésteres metílico o etílico de ácidos grasos de origen biológico, que tenga por destino el uso como combustible. Este puede usarse en forma pura o en mezclas con el diesel de petróleo en cualquier proporción, sin modificaciones en el motor. Según ensayos comparativos entre gasoil y biodiesel, el uso del biodiesel puro (B100), genera un incremento en el consumo de combustible en el orden del 2-3%, y una pérdida de potencia que ronda el 3-4%, siendo este último valor totalmente imperceptible.
La reciente incorporación de países emergentes a nuevos niveles de consumo ha dado como resultado que la producción actual de alimentos no alcance para satisfacer la demanda. Lo recientemente expuesto se ve agravado porque numerosos países importadores de combustibles fósiles trasladan parte de su producción agrícola al sector de biocombustibles. Inevitablemente, los precios de los alimentos aumentan un 75% en promedio y, en todo el mundo, los sectores más pobres no pueden satisfacer la necesidad básica de alimentarse apropiadamente.
¿Cómo resolver el problema?. Buscar materiales alternativos que puedan crecer en zonas marginales y aún así sean posibles de ser transformados en biocombustibles en gran escala y a precios competitivos con los combustibles tradicionales. Los materiales alternativos deben ser menos exigentes en cuanto a métodos de producción, aporte de agua y costo de terrenos.
Estos materiales alternativos son parte del grupo denominado Bioenergías de Segunda Generación, conformado por biomasa, algas, desechos industriales y desechos domiciliarios. Todos tienen el inconveniente de requerir un “input” de energía muy grande para obtener combustibles aptos para el mercado actual.
Hay esperanzas: varias empresas están a la búsqueda de un catalizador biológico que acelere el proceso de transformación de biomasa “barata” en combustible líquido. Una empresa británica, TMO Renewables, proclama haber modificado genéticamente una bacteria que acelera el proceso de conversión de la celulosa en azúcares. Se trata de una bacteria que se encuentra en el “compost” de cualquier jardín, alterada genéticamente para que rompa con mayor facilidad y a menor temperatura las largas moléculas de celulosa y éstas se conviertan más fácilmente en azucares fermentables. Un proceso que demoraba días se realiza en pocas horas.
A pesar que la empresa publicita su proceso indicando que ya se podría iniciar la producción de biocombustibles de segunda generación, lo concreto es que aún no existe la infraestructura indispensable para obtener la cantidad de materia prima de materiales alternativos que hagan rentable al proceso. Entonces, los clientes de TMO Renewables son las empresas que están produciendo bioetanol a partir del maíz.
Este proceso genera una mezcla de etanol con un residuo rico en celulosa. Este residuo debe ser separado del alcohol, secado y eliminado, lo que inevitablemente resulta en mayores costos. Con la bacteria “turbo cargada”, parte del residuo rico en celulosa se transforma en etanol, aumentando en un 15% la producción y reduciendo en un 35 a 50% el consumo de energía del proceso total.
Es un avance pero no resuelve el problema de fondo. Es por ello que grupos ambientalistas tales como Friends of the Earth (Amigos de la Tierra) sostienen que los combustibles de segunda generación no son la respuesta a los problemas del planeta. Insisten en que se necesitan nuevos autos que dupliquen la eficiencia en el consumo, que haya mejores transportes públicos y rutas más seguras para caminar o pedalear en bicicleta.
Es una buena noticia que un mayor número de seres humanos mejoró su calidad de alimentación. No es una buena noticia que alimentos altamente nutritivos se transformen en combustibles para vehículos particulares pesados y de alta cilindrada. La mejor noticia será cuando los biocombustibles de segunda generación reemplacen definitivamente a los que se utilizan como alimentos y que definitivamente se erradique el hambre en el planeta.
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